¿Qué “linterna” poseemos? ¿Cómo percibimos, comprendemos y experimentamos la realidad a partir de ellas? ¿Cómo organizamos la energía de lo iluminado? ¿Cómo progresar en potencia lumínica? Muchos de estos interrogantes encuentran su arcano al sumergirnos en los “estadíos evolutivos” que transita –o podría transitar– la conciencia humana.
Atisbemos cómo diferentes “linternas” podrían iluminar algunas situaciones de la vida cotidiana:
Lucas y Juan intentan acordar una transacción comercial, o algunos niños entablan una riña, o una pareja dirime algún tópico, o dos Estados procuran establecer el alcance de sus intercambios económicos y sociales.
¿Qué percepción, entendimientos y experiencias podrían “iluminar” cada uno de ellos? Sin importar las apariencias, discursos, justificaciones e interpretaciones que cada uno asuma, en el sustrato profundo, las formas (físicas, emocionales, cognitivas, vinculares o de sentido) evidenciarán “una específica organización de la energía”.
Por ejemplo, si exploramos las “motivaciones” nos percataríamos que sus acciones, modalidad vincular, discursos o creencias organizan la energía hacia alguna “dirección” y con cierto “propósito”: unos pondrán énfasis en “la pertenencia a determinada matriz”; otros, en “satisfacer deseos de dominio”; otros, en “cómo llevar agua para su molino”; otros, en “considerar sensiblemente las necesidades del grupo”; otros, en “la responsabilidad por el bien común”. En suma, disímiles motivaciones producidas por “disímiles estadíos” de la conciencia humana.